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miércoles, 4 de mayo de 2011

¿Por qué Jesús iba a fiestas? Parte 1

¿Por qué llevaría Jesús a sus seguidores, en su primer viaje, a una fiesta? ¿No tenían trabajo que realizar? ¿No tenía principios que enseñar? ¿No estaba limitado su tiempo? ¿Cómo podía caber un casamiento en su propósito en la tierra?

¿Por qué fue Jesús al casamiento?

¿La respuesta? Se encuentra en el segundo versículo de Juan 2 (el versículo del cual no pude pasar). «Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos».

Cuando los novios hicieron la lista de invitados, incluyeron el nombre de Jesús. Y cuando Jesús se presentó con una media docena de amigos, no fue revocada la invitación. Quienquiera que fuese el anfitrión de esta fiesta estaba feliz de que Jesús estuviese presente.

-Asegúrense de anotar el nombre de Jesús en la lista -quizás haya dicho-. Él verdaderamente le da vida a una fiesta.

Jesús no fue invitado por ser una celebridad. Aún no lo era.

La invitación no la motivó sus milagros. Todavía no había efectuado ninguno. ¿Por qué lo invitaron?

Supongo que se debía a que lo querían.

¿Gran cosa? A mí me parece que sí. Creo que es significativo que la gente común de un pequeño pueblo disfrutara de estar con Jesús. Creo que vale la pena destacar que el Todopoderoso no se comportaba de manera arrogante. El Santo no era santurrón. Aquel que todo lo sabía no era un sabelotodo. El que hizo las estrellas no tenía la cabeza metida en ellas. El que posee todo lo que hay en la tierra nunca la recorrió con altivez.

Nunca. Pudo haberlo hecho. ¡Ciertamente podría haberlo hecho!

Podría haber sido de los que dejan escapar nombres al descuido: «¿Alguna vez te conté de la ocasión en que Moisés y yo subimos a la montaña?»

Podría haber sido jactancioso: «Oye, ¿quieres que te teletransporte al siglo veinte?»

Podría haber sido un engreído: «Sé lo que estás pensando. ¿Quieres que te lo demuestre?»

Podría haber sido altanero y soberbio: «Poseo algunas tierras en Júpiter…»

Jesús podría haber sido todas estas cosas, pero no lo fue. Su propósito no era jactarse, sino sólo acudir. Se esforzó sobremanera por ser tan humano como cualquier otro. No necesitaba estudiar y sin embargo iba a la sinagoga. No tenía necesidad de ingresos y sin embargo trabajaba en el taller.

Conocía la comunión con los ángeles y escuchaba las arpas del cielo, sin embargo asistía a fiestas organizadas por cobradores de impuestos. Y sobre sus hombros pesaba el desafío de redimir a la creación, no obstante, dedicó el tiempo de recorrer a pie 144 kilómetros que separaba a Jericó de Caná para asistir a una boda.

Como resultado, la gente lo quería. Por supuesto que había quienes se burlaban de sus declaraciones. Lo llamaban blasfemo, pero nunca lo acusaron de fanfarrón. Lo acusaron de herejía, pero nunca de arrogancia. Lo tildaron de radical, pero nunca de inaccesible.

No existe indicio de que alguna vez haya usado su condición celestial para ganancia personal. Jamás. Simplemente uno no recibe la impresión de que sus vecinos se hayan cansado de su arrogancia y hayan preguntado: «Pues bien, ¿quién piensas que te hizo Dios?»

Su fe hacía que le amasen, no que lo detestasen. ¡Ojalá la nuestra produjese el mismo efecto!

¿De dónde sacamos la idea de que un buen cristiano es un cristiano solemne? ¿Quién inició el rumor de que lo que identifica a un discípulo es una cara larga? ¿Cómo creamos esta idea de que los verdaderamente dotados son los de corazón apesadumbrado?

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Cuando Dios Susurra Tu Nombre”

Tomado de www.devocionalescristianos.org

Y recuerda ser Cristiano no es una religión, es un estilo de vida… el de Jesús.

Te ama, Jesús de Nazaret.

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